R. Kapuscinski El SHA o la desmesura del poder
Anagrama2004 (1987) 177 pags.
Nunca fue sencillo, desde la crónica periodístico, trabajar el ensayo histórico. Kapuscinski es un maestro. Precisamente su saber quehacer en prensa nos transforma una crónica de acontecimientos en un singular y riguroso análisis de un conflicto trascendental como fue la revolución iraní de 1979. El autor se encuentra en Teherán en 1980, a base de retazos (fotografías, cintas magnetofónicas, etc.) nos reconstruye el reinado del Sha Reza Pahlevi. Son flashes puntuales de acontecimientos, personajes, paisajes, etc. Con esta técnica el autor nos trasmite el estado de ánimo de una sociedad cansada de la cruel dictadura de los shas, de su megalomanía e indiferencia por el pueblo. En la decada de los 50 Mosadeg nacionaliza el petróleo en Irán, esto le cuesta el cargo, a cambio entra en las arcas del estado miles de millones de dólares. Será el Sha Reza Pahlevi el que dilapide cantidades desorbitadas de dinero en proyectos absurdos e incoherentes en nombre de la modernidad, como su promesa de ser la tercer potencia mundial. Potencialmente el país puede llegar a tener ese protagonismo regional e internacional, pero la mala gestión de los recursos hace endeudarse al país y enriquecer al Sha y a sus amigos. La promesa de acabar con esta situación y de trasparencia por parte del clero chií hace que el pueblo se vuelque con los ayatolas, en concreto con el exiliado Jomeini.
El autor critica sin cuartel los excesos del Sha, a modo de ejemplo: compra tanques, cañones, helicópteros que no pude desembarcar, no existían puertos adecuados en Irán, que no puede transportar, no había camiones ni infraestructuras para mover todo ese material, y que no pude manejar, no tenían personal cualificado para su manejo. Para ello construye puertos que se queda a medio hacer por falta de previsión, contrata camioneros coreanos que le dejan en la estacada por pagarles poco, ficha a técnicos militares norteamericanos que aprovechan para instarse en el país, no deja que se formen técnicos locales por miedo a que las universidades crezcan y se forme oposición clandestina.
El pueblo sigue sin ver los beneficios prometidos, tarde o temprano la suerte abandonaría al Sha.
Anagrama2004 (1987) 177 pags.
Nunca fue sencillo, desde la crónica periodístico, trabajar el ensayo histórico. Kapuscinski es un maestro. Precisamente su saber quehacer en prensa nos transforma una crónica de acontecimientos en un singular y riguroso análisis de un conflicto trascendental como fue la revolución iraní de 1979. El autor se encuentra en Teherán en 1980, a base de retazos (fotografías, cintas magnetofónicas, etc.) nos reconstruye el reinado del Sha Reza Pahlevi. Son flashes puntuales de acontecimientos, personajes, paisajes, etc. Con esta técnica el autor nos trasmite el estado de ánimo de una sociedad cansada de la cruel dictadura de los shas, de su megalomanía e indiferencia por el pueblo. En la decada de los 50 Mosadeg nacionaliza el petróleo en Irán, esto le cuesta el cargo, a cambio entra en las arcas del estado miles de millones de dólares. Será el Sha Reza Pahlevi el que dilapide cantidades desorbitadas de dinero en proyectos absurdos e incoherentes en nombre de la modernidad, como su promesa de ser la tercer potencia mundial. Potencialmente el país puede llegar a tener ese protagonismo regional e internacional, pero la mala gestión de los recursos hace endeudarse al país y enriquecer al Sha y a sus amigos. La promesa de acabar con esta situación y de trasparencia por parte del clero chií hace que el pueblo se vuelque con los ayatolas, en concreto con el exiliado Jomeini.
El autor critica sin cuartel los excesos del Sha, a modo de ejemplo: compra tanques, cañones, helicópteros que no pude desembarcar, no existían puertos adecuados en Irán, que no puede transportar, no había camiones ni infraestructuras para mover todo ese material, y que no pude manejar, no tenían personal cualificado para su manejo. Para ello construye puertos que se queda a medio hacer por falta de previsión, contrata camioneros coreanos que le dejan en la estacada por pagarles poco, ficha a técnicos militares norteamericanos que aprovechan para instarse en el país, no deja que se formen técnicos locales por miedo a que las universidades crezcan y se forme oposición clandestina.
El pueblo sigue sin ver los beneficios prometidos, tarde o temprano la suerte abandonaría al Sha.
Chema
15/01/07
15/01/07
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