LEO BASI Un cómico frente al Islam
No pasa semana sin que algún periodista me interrogue con tono acusador: "Usted se burla del cristianismo pero, ¿por qué no se atreve a hacer lo mismo con el Islam?"
Sinceramente creo que la pregunta es un poco injusta. En mi obra teatral "La Revelación", mi crítica está dirigida contra el monoteísmo en general, aunque reconozco haber dedicado pocos chistes al Islam. Así pues, en este primer editorial quiero posicionarme sobre este asunto que se ha transformado en uno de los problemas mas "calientes" del momento.
Si perder más tiempo, no os sorprenderá que afirme que la razón principal es que nací en un país cristiano y he pasado el 99% de mi vida en países cristianos. Además, todo mi camino personal hasta ideales ateos ha transcurrido en contraposición al cristianismo en su versión católica. Hasta hace muy pocos años no me importaba nada del Islam, pero creo firmemente que si hubiera nacido en El Cairo y con el mismo escepticismo racional que me caracteriza y en el que fui educado, mis críticas se habrían orientado con el mismo vigor contra la religión musulmana.
Pero dejamos esta evidencia y vayamos más allá en el análisis de la obsesión con el Islam que invade nuestra época.
Nadie, por ejemplo, me ha preguntado por qué no me burlo del budismo, el hinduismo, el confucianismo y otros tantos sistemas religiosos. "Lógico --pensarán ustedes-- estas religiones no son tan agresivas y fanáticas. El problema es la violencia del fundamentalismo islámico." Sinceramente, no creo que sea mucho más fácil montar un show contra Shiva en Varanasi que contra Mahoma en Teherán. Pero volveremos a esto punto más adelante.
Parece que cuando me retan a medirme contra el Islam (y sólo contra el Islam) es para demostrar que si no lo hago es por miedo a las represalias, por cobardía. Y esto, según mis detractores, demostraría que mis ideas laicas no tienen ninguna consistencia, que lo que me mueve es el dinero y que puedo mofarme del cristianismo sencillamente porque no implica ningún riesgo. Para esta gente, soy un oportunista de la categoría mas baja.
Sin embargo, desde febrero de 2006, cuando en el Teatro Alfil de Madrid empezaron las violencias fascistas contra el espectáculo y las amenazas de muerte que concluyeron en una más que real bomba puesta al lado de mi camerino, la idea de ser un oportunista se oye menos (si bien es cierto que hay algunos que todavía creen que todo eso fue un montaje que organicé personalmente para hacerme ¡publicidad! Les invito a llamar a la Policía Nacional encargada de los grupos de extrema derecha y enterarse de la gravedad de los hechos que me han afectado). Si desde entonces la actitud de mis detractores ha cambiado radicalmente, sigo teniendo que contestar a la eterna pregunta sobre el Islam, pero ahora por otras razones... ¡De hecho, con connotaciones más oscuras e inquietantes que antes! Ahora ya no soy acusado de oportunista, sino más bien de traidor. Como si mis chistes anticlericales y mi defensa del laicismo me situara ya en el campo del "enemigo". En resumen, la pregunta sobre el Islam se ha transformado en: ¿Estás con los moros o con nosotros?
Es la famosa tesis del "choque de civilizaciones" de Samuel Huntington, pero en versión Torrente o mejor, en versión "Aznar y los ocho siglos de ocupación...". No sólo se me amonesta por no castigar bastante al mundo islámico; también está implícita la idea de que el laicismo en sí es sospechoso, y que a la hora de la verdad tendría que cerrar filas y defender nuestra verdadera cultura, la cristiana. Por eso no nos interesa Vishnu: la guerra es una cruzada contra los moros.
Algunos pueden considerar esta visión como demasiado alarmista, pero en los Estados Unidos hay sectores muy influyentes de la derecha evangélica que ya hacen estos discursos y consideran los laicos como antipatrióticos [1]. Y no sólo americanos: basta leer los discursos del señor de la FAES en las conferencias Neocon del American Enterprise Institute [2] para ver la verdadera dimensión del peligro.
Antes de responder a los que profesan estas ideas quiero añadir, por amor a la verdad, que también he recibido críticas por parte de gente con perfectos credenciales democráticos y laicos que piensan que hay que ser coherentes a la hora de defender la libertad, y que es nuestro deber denunciar las intolerancias del Islam sin inhibiciones políticas.
Sorprendentemente, voy a contestar a estas dos posiciones tan alejadas en lo ideológico con la misma pregunta: ¿Habéis leído el libro de Robert Fisk, La Gran Guerra por la Civilización? Es un libro monumental, de 1500 páginas, donde queda relatado con luminosa claridad casi cien años de cinismo político del mundo occidental en sus relaciones con el Medio Oriente. Literalmente miles de historias de incalificables tragedias documentan cómo hemos combatido constantemente los movimientos nacionalistas y laicos árabes para proteger nuestro control del petróleo. Fisk nos cuenta cómo, en su enfrentamiento con la Unión Soviética atea, Occidente ha apoyado y financiado el wahabismo y otros fundamentalismos islámicos, armando a los jihadistas en Afganistán y favoreciendo la toma de poder de los talibanes. No olvida tampoco el papel de Israel en la destrucción del laicismo árabe con, por ejemplo, la creación oculta de Hamás para dividir la lucha del pueblo palestino cuando el Fatal de Arafat se situaba en el campo socialista.
El libro pasa revista a todos los horrores: desde el vil maquiavelismo de la trama Irán-Contra hasta la entrega, por parte de la CIA, de todo el partido comunista TUDEH en una sola noche al régimen khomeinista que luego les ejecutaron.
El periodista inglés, residente en Beirut, dibuja un fresco devastador de la perfidia y hipocresía de nuestra política con el mundo árabe y nos quita toda semejanza de superioridad moral a la hora de opinar sobre estos pueblos [3].
La caída del muro de Berlín eliminó la amenaza comunista sobre el petróleo del Golfo Pérsico y el movimiento jihadista fue despedido sin remordimientos. Contrariamente, los gobiernos corruptos al servicio del petróleo fueron premiados con todavía más poder por ausencia total de una oposición interior ya eliminada con ayuda de nuestros servicios secretos. Los pueblos árabes se encontraban profundamente humillados políticamente... Como último agravio, Israel recibió carta blanca en su expansión en los territorios ocupados y la ocupación de Jerusalén. Sin otra alternativa, fue el Islam quien tuvo que llenar el vacío político y ofrecer así un mínimo de dignidad pública a las masas sin esperanzas de estos países.
Más que de religión, estamos hablando de identidad y nacionalismo. Y en estas condiciones, ¿Cómo puedo yo burlarme de la única cosa que no le hemos robado? Lo más irónico es que hoy los que más claman contra el fanatismo islámico son los que ayer clamaban contra los rojos y la amenaza atea... Los mismos que han creado el monstruo de Frankenstein y ahora lloran porque se ha vuelta contra ellos. Es evidente que, como ateo y humorista, podría escoger mil razones para reírme del Islam, pero no creo que el momento sea justo por las razones ya enunciadas.
Que personas poco informadas e históricamente anestesiadas me lo pidan no me sorprende mucho; pero que a estas alturas haya también personas inteligentes y políticamente preparadas que lo hagan... ¡Esto sí es un gran misterio! Esto texto fue escrito para ellos, y me gustaría saber sus opiniones. Estoy profundamente convencido de que el día que se encuentre una solución equitativa para el pueblo palestino y que dejemos nuestras ingerencias en su vida política, volverá una voz árabe autóctona en favor del laicismo... Será un proceso lento y difícil por la suma de disidencias y rencores que la sociedad árabe tendrá que superar como resultado de nuestras acciones pasadas, pero este momento llegará inevitablemente.
Y creo también que el humor, la comicidad y los bufones estarán en el centro de la lucha para reabrir las mentes. Quizás un programa de sátira política en una emisora como Al Jazeera, un Michael Moore árabe o un monologuista à la Beppe Grillo pero nacido en El Cairo o en Karachi... Así podría empezar el movimiento. Lo que es seguro es que no puede ser un humorista occidental quien dé lecciones de democracia en estos países: sería como una agresión más.
Para los que siguen dudando de que exista en la sociedad islámica la capacidad de reírse de las cosas y tomar la vida con optimismo, les invito a conocer la gesta y la obra de uno de los mas grandes bufones de la historia: el cómico Turco del siglo XIV Nasradeen Hodja. Frente a la intolerancia, él supo abrirse un camino hacia la libertad utilizando como únicas armas la ironía y la astucia. Y una última cosa: si uno quiere ver qué pinta tiene un árabe laico, tengo aquí un texto importante. Leo Bassi
Notas
1.Ver el documental "Jesus Camp" (YouTube).
2.Leer aquí y aquí.
3.Para saber más sobre el tema de la relación entre Occidente y el fundamentalismo islámico le aconsejo que lea también "Devil's Game: How the United States Helped Unleash Fundamentalist Islam", de Robert Dreyfus.
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